SAMSARA

SAMSARA

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La rueda del samsara, se refiere al concepto de reencarnación en las tradiciones filosóficas de la India (como el hinduismo, el budismo y el jainismo). Se corresponde con el sufrimiento, propio del mundo material, del que los seres humanos son los únicos seres reencarnados capaces de distanciarse, mediante la liberación, y, posteriormente, de separarse, mediante la iluminación o nirvana. El tiempo necesario para escapar del samsara depende de la dedicación a las prácticas espirituales y del karma acumulado desde vidas anteriores.
Samsara deriva del sánscrito ‘samsarí’. La segunda parte de la palabra “sara” significa “ir”, “seguir” o “mover” y el prefijo “Sam-“ implica algo que es “lo mismo”, “junto a”, “conjunto” o “totalidad”. Esto tiene referencia a que Samsara se considera una ronda interminable de trasmigración – de nacer, morir y volver a nacer. Significa ‘fluir junto’, ‘pasar a través de diferentes estados’, ‘vagabundear’. La persona sujeta al samsara se llama samsari.
Sansara también se califica como un estado de “auto-engaño”o ignorancia de la realidad de las cosas. En particular ignoramos (en ambas acepciones del verbo ignorar) que el mundo es insatisfactorio, perecedero e insustancial.
Según el budismo el Samsara no tiene ni principio ni fin. Estamos atrapados en él hasta que ganemos la Iluminación. Sin embargo, algunas escuelas del budismo dicen que cuando ganemos la Iluminación entenderemos que el Samsara y el Nirvana son todo lo mismo. No obstante, al comienzo del sendero tenemos que ver el Samsara como un estado del cual necesitamos liberarnos para alcanzar el Nirvana.
Todos los seres de este mundo están sujetos a la ley del karma. Karma significa acto volitivo, es decir, algo que uno hace, dice o piensa y que de hecho está bajo su control. Todos los actos de este tipo tienen consecuencias morales llamadas vipaka, que significa fruto. En el Budismo tradicional, estas consecuencias pueden ocurrir en esta vida o en una vida futura.
La mayoría de los Budistas creen en el renacimiento. Para muchos, el renacimiento no es diferente de la creencia de los Hinduistas, por ejemplo, en la reencarnación o en la transmigración de las almas (pasar del viejo cuerpo que muere a uno que acaba de nacer o de ser concebido). Con un poco más de precisión, sin embargo, el renacimiento no es más que la transmisión del propio karma. Buda lo comparaba con la llama que pasa de una vela a otra. Así pues, la idea de un alma inmortal, de una personalidad continua, no es de ningún modo una parte del concepto del renacimiento.
El renacimiento y otros conceptos similares no forman parte de la mayoría de las culturas occidentales, así que muchos budistas occidentales y algunos budistas de oriente, toman el renacimiento como una metáfora, más que literalmente. El Budismo nunca ha sido una religión anclada en lo literal, así que esto no es ningún tabú. De hecho, Buda evita a menudo discutir la realidad de una u otra idea metafísica como irrelevante para la práctica del Dharma.
La Rueda de la Vida tibetana representa el Samsara. En el centro, hay un gallo cazando a un cerdo que caza a su vez a una serpiente que trata de cazar al gallo, es decir, el deseo, el odio y la ignorancia. Alrededor de ellos hay personas ascendiendo el semicírculo blanco de la vida, junto a otras que descienden el semicírculo negro de la muerte. La mayor parte de la Rueda está dedicada a la representación de seis reinos: el reino de los dioses, el reino de los titanes, el reino de los humanos, el reino de los animales, el reino de las almas en pena y el reino de los demonios, cada reino presidido por su propio boddhisattva. La parte más exterior del círculo la componen los doce pasos del origen dependiente. La Rueda al completo está sujetada por Yama, el Señor de la Muerte.

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