12 Mar La Cumbre, El Abismo, El Camino
Al fin ocurrió. Demasiado pronto para mi gusto quizá.
Llegó una soledad placentera. Pensaba que todos estábamos
conectados, y así es, pero cuando encuentras tu camino, la
misión por la cual estás aquí, caes en la cuenta de que hay
que dejar deseos atrás, deseos terrenales, anhelos, y lo más
duro de todo. . . el amor.
No he renunciado, la vida sigue tal y como estaba, pero mi
casa interior ha cambiado. Las ventanas son más grandes, la
luz que entra por ellas es casi cegadora y aunque a veces
sienta que necesito un gran abrazo, al final, cuando no hay
nadie a mi lado para dármelo, siempre estoy yo.
Solo mi voz interior me ayudó a salir de un agujero, de
limpiarme, de crecer, y aunque a veces sienta que el mundo
se desmorona, sigo sorprendentemente en pie.
Ya no me dejo arrastrar, soy la roca en medio del río, siento
el agua, los peces, las algas, pero nada me daña.
Camino por la calle, y el frío no penetra en mi cuerpo, es
todo una ilusión. Trabajo y no me canso, de nuevo algo
ficticio. Vivo. . . pero no me altero, las circunstancias son
demasiado mediocres para hacerlo.
La gente da su opinión, y aunque yo no está de acuerdo, ya
no siento el fuego que me empuja a llevar la contraria.
Simplemente escucho y rio por dentro.
¿De que me sirve aumentar mi ego?
De qué me sirve elevarlo sobre el resto, si al final siempre
acaba pinchándose, como si un niño le hubiera lanzado un
perdigón con su tirachinas y después gritara: ¡Te lo mereces!
Y en ese momento sientes cómo tu alma se encoje y cae
hasta lo más profundo del abismo, cubierta de velos negros y
espejismos asfixiantes. Pero cuando te haces fuerte, todo lo
que conocías se hace prescindible, innecesario, e incluso
inútil.
Al despertar, sientes que una misteriosa fuerza te mueve,
con una gran inercia, y todo fluye rápidamente.
Solo soy una simple mortal, pero ahora es cuando estoy
elaborando mi plan B, y cada noche cierra los ojos y lo
siento, algo me arrastra fuera de todo esto y me dice:
-Ya queda poco. . .
No hay problemas, no hay apegos, solo aliento. . .
Por Amrit Nam Kaur
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