26 Ene EL PRINCIPIO DE POLARIDAD (IV Principio del Kibalion)
“Todo es doble, todo tiene dos polos; todo, su par de opuestos; los semejantes y los antagónicos son lo mismo; los opuestos son idénticos en naturaleza, pero diferentes en grado; los extremos se tocan; todas la verdades son semiverdades; todas las paradojas pueden reconciliarse”.
Este principio encierra la verdad de que todo es dual; todo tiene dos polos; todo su par de opuestos, afirmaciones que son de otros tantos axiomas herméticos. Explica y dilucida las antiguas paradojas que han dejado perplejos a tantísimos investigadores, y que literalmente decían: “La tesis y la antítesis son idénticas en naturaleza, difiriendo solo en el grado”; “Los opuestos son idénticos en realidad, diferenciándose en su gradación”; “Los pares de opuestos pueden conciliarse, los extremos se tocan”; “Todo es y no es al mismo tiempo”; “Toda verdad no es sino media verdad”; “Toda verdad es medio falsa”, etc. Este principio explica que en cada cosa hay dos polos, dos aspectos, y que los “opuestos” no son en realidad sino los dos extremos de la misma cosa, consistiendo la diferencia, simplemente, en diversos grados de aquella. Mirad un termómetro y tratad de averiguar dónde empieza el calor y dónde termina el frío. No hay nada que sea calor absoluto en realidad, indicando simplemente ambos términos, frío y calor, diversos grados de la misma cosa, y que esta se manifiesta en esos opuestos, que no son más que los polos de eso que se llama Calor, es decir, la manifestación del principio de polaridad que nos ocupa. El mismo principio se manifiesta en la “Luz” y la “Oscuridad”, las cuales, en resumen, no son sino la misma cosa, siendo ocasionada la diferencia por la diversidad de grado entre los dos polos del fenómeno. ¿Dónde termina la oscuridad y comienza la luz? ¿Cuál es la diferencia entre grande y pequeño? ¿Cuál entre duro y blando? ¿Cuál entre blanco y negro? ¿Cuál entre positivo y negativo? El principio de polaridad explica esta paradoja. El mismo principio opera de manera idéntica en el plano mental. Tomos, por ejemplo el amor y el odio, dos estados mentales completamente distintos aparentemente, y notaremos que hay muchos grados entre ambos; tantos, que las palabras que nosotros usamos para designarlos, “agradable” y “desagradable”, se esfuman una en la otra, hasta tal punto que muchas veces somos incapaces de afirmar si una cosa nos causa placer o disgusto. Todas no son más que gradaciones de una misma cosa, como comprenderéis claramente por poco que meditéis sobre ello. Y aún más que esto, es posible cambiar o transmutar las vibraciones de odio por vibraciones de amor, en la propia mente y en la mente de los demás, lo que es considerado como lo más importante por los hermetistas.
Muchos de vosotros habréis tenido experiencias en vosotros mismos y en los demás de la rápida e involuntaria transición del amor en odio y viceversa. Y ahora comprenderéis la posibilidad de efectuar esto por medio del poder de la voluntad, de acuerdo con las fórmulas herméticas. El “bien” y el “mal” no son sino los polos de una misma y sola cosa, y el hermetista comprende y conoce perfectamente el arte de transmutar el mal en bien aplicando inteligentemente el principio de polaridad. En una palabra, el “arte de polarizar” se convierte en una frase de la alquimia mental, conocida y practicada por los antiguos y los modernos Maestros herméticos. La perfecta comprensión de este principio capacita para cambiar la propia polaridad, así como la de los demás si uno se toma el tiempo y estudia lo necesario para dominar este arte.
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