EL CAMINO A LA FUENTE De Inés la Indómita

EL CAMINO A LA FUENTE De Inés la Indómita

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Un encantador cuento por parte de Ines.
DISFRUTADLO!!!

El sol despierta a los pajarillos y a las mariposas que aletean sobre 
las margaritas que serpentean el camino a la fuente. Los saltamontes
 y los grillos saltan sobre el suelo pajizo y los cardos esconden con 
sus flores anaranjadas y violetas la agresividad de sus espinas. El 
cielo limpio y azul huele a verano. Y las nubes se transforman en 
cucuruchos de nata y algodones con formas caprichosas.
La pequeña anda dando saltitos. Le brillan sus trenzas doradas y 
sonríen sus grandes ojos color miel. Lleva en su mano derecha un 
botijo pequeño de plástico con rayas blancas y rosas. Tararea una 
canción. Una abeja se acerca a su oreja y se para. Su abuela le dice 
que lo mejor para que no te piquen es estarse muy quieta y aguantar
 el miedo. Oye el zumbido del insecto que no se marcha y la rodea 
una y otra vez. Élla piensa y lo dice en voz alta: “No me vas a hacer 
daño. Me vas a defender”, y al pronunciar la última palabra la abeja 
se marcha precipitadamente.
Continua su camino por la estrecha veredita que ahora baja 
abruptamente y con cuidado pone sus pies en las piedras bien 
encajadas en la curva para no resbalarse con la arena. Presta 
especial atención al suelo y a sus pies que se arquean para adherirse
a la tierra.  Llega al senderillo de la fuente y oye el sonido del agua
que cae en los cántaros y en los botijos de las mujeres del pueblo. 
Siempre hay una fila y hay que esperar el turno. A ella le gusta oír el
sonido del agua en el barro. Cómo va cambiando la sonoridad y sabe 
ya adivinar el momento en que faltan unos segundos para que 
rebose la botija. La gente la llama mozona por ir a por agua a la 
fuente; Con lo pequeña que eres y te gusta ayudar en la casa y no 
holgazanear. Eso está muy bien,  que hay que hacer,  no hay que 
estar de brazos cruzados.
Avispas y tábanos sobrevuelan el frescor del agua y hay  que vigilar
para que no te piquen, y dar algún que otro manotazo. Cuando le 
toca llenar la botija,  antes bebe agua del caño, ¡qué rica!  Y se echa
 agua por la cabeza y los brazos. Se agradece la sombra del tilo y de
la morera que bordean el muro de piedra del lavadero. Cuando no 
hay gente coge un palo y remueve el fango verdoso de la pila dónde
bebe el ganado y las mulas. Y mete los pies en el pilón.
De regreso sube la empinada cuesta y otra vez se acerca una abeja. 
Vuelve a pararse y otra vez al pronunciar la palabra “defender” se 
marcha precipitadamente la abeja. La emoción del triunfo de haber
descubierto una palabra mágica que aleja los aguijones hace que una
sonrisa de oreja a oreja se extienda por su cara que es toda alegría. 
Se siente descubridora de un lenguaje secreto para comunicarse con
otros seres.
De pronto oye los gruñidos del cerdo que está en la cuadra 
destartalada  al lado del camino. Se acerca a la casita de piedra, 
cemento y arena que tiene la puerta tan vieja y desgastada. Habla
con el cerdo. Su abuela también tiene un cerdo y le echa para comer
una papilla de harina, patatas y gamones que huele muy bien.
Pero el cochino de la tía Paca debe de tener hambre porque gruñe 
mucho, mucho y saca el hocico por debajo de la puerta. De repente
la cuerda con la que está atada la puerta a la argolla de la pared se 
rompe y el cerdo feroz avanza furioso y veloz hacia la niña.  Su 
instinto le dice que tiene que correr y como una flecha suelta la 
botija y empieza a correr con el corazón retumbando en su cabeza.
Percibe el olor y el resoplar del animal muy cerca de sus pies pero 
ella no mira atrás, a su mente le llegan las palabras de su abuela de
que los cerdos se comen a los bebes y ella se siente un bebe que va a
ser comido por un gruñido terrorífico y cercano.   Se concentra en su
carrera más y más y por fin llega a la casa de su abuela dónde no 
abre la puerta sino que de un salto  penetra empujando la cortina 
que ondula sobre la parte baja de la puerta de dos hojas…  exhausta
 pero feliz como nunca por haber escapado de esa amenaza.
Oye ahora a las mujeres gritar : se ha escapado un cerdo… venga… 
vamos a cogerlo que se escapa…¿de quién será? … La niña se 
asoma  y grita: ¡¡¡¡¡es el de la tía Paca!!!!
Nunca se le hizo más bonita la casa de la abuela. Corrió a su
 encuentro sin poder hablar y comenzó a llorar.  Nunca se abrazó
sintiendo que estaba tan a salvo en la vida como cuando su abuela la 

estrechó entre sus brazos y sintió sus manos arrugadas  sobre sus

 lágrimas. ¡Menudo susto! Aprendió en ese contacto que hasta el 

temor más intenso se vence con amor. Y la luz de la mirada de su 

abuela la reconfortó venciendo los terrores más negros.

Esa noche soñó que volaba feliz sobre un mundo precioso.
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